jueves, 26 de julio de 2012

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Lo doloroso no es seguir llorando
aún después de muerta toda lágrima,
Es la confirmación de lo imborrable.

Cúlpame,
pues yo sé que no se hieren las cosas que no amamos,
ni se estrellan espejos que no muestren los paisajes queridos:

un crepúsculo roto, un falso cielo ondeando su muralla,
y entre nubes, dedos que van y vienen sobre heridas
que he cultivado ya
que he madurado y delicadamente ennegrecido
con palabras de amor.


Doblemente culpable cuando lo sorprendente
no es correr entre olvidos sin llegar
al final de la huida.
Es esperarte en cada nuevo rostro y deshojarlo
revivirme en las muertes sustitutas.


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