Poliedro de Cristal



Inmortal

Nace tenue,
un saco de designios inciertos su corona,
tercera córnea expuesta y virginal a contraluz de la heredad en ruinas.
Turbado de cemento y gravedad
somete a la indulgencia de un seno el primer paso
antípoda de sí.
Tiembla destierro y mancha
si al manar de su aroma alguien balbuce que los dioses perecen en las calles
y los llora con ímpetu de rayo,
con desaprobaciones luminosas.

Naciendo luz le nace Un Alguien Más de ámbitos y vísceras hirsutas
gritando que los dioses
perecen fracturados en las calles.
Se abraza conteniéndose, se abarca, se agrupa en atrios coreando el duelo
sin comprender el precio por callar
que los dioses no mueren
que tenuemente olvidan oyéndose en sus huesos.




..........

Batallar

Respirar. No por salvar los herrajes del sol,
sino por si hay un sitio, aún, para el cordero que espolea las naves
en la humedad que brilla coronando las llamas.
Respirar… como eslabón huido, hito de la cadena sublime y como, aún,
de tan distante,
retorciendo las pleuras sulfurosas,
oyéndose boquear de exhalación pequeña,
de ponientes altivos clavando las rodillas en la cumbre
allá abajo, o aquí,
el mismo aquí al que el reino del polvo ha regresado
cráneos en ristra colgando de su cerviz como un lema glorioso,
se pregunta
mientras solloza y mientras
escupe sed sobre mi propia tumba,
quién el Héroe, y quién
insuflando del hielo una bandera blanca
le parte el corazón en dolorosas
nuevas inhalaciones
y con qué armas
o besos
o promesas
que no sean amor de su Amor nato,
le aniquila.

Respirar preguntando
como un puñal hundido de propia mano, y sólo,
sin atinar
a descubrir el rostro feraz de una respuesta
marcando el ritmo al paso de las conflagraciones del silencio,
con la mirada erguida
y los muñones enarbolando un puño inenarrable
contra el pecho del mundo
ajeno, que
abre la boca cercenando el aire
y bosteza
impasible
otra victoria.



........

Frontera

Mi cuerpo ocurre aquí, mi vida lejos…
Una chispa de sal iluminando,
el estertor fugaz con que la carne arroja sus tormentas sobre el erial del tiempo.
Moro en la línea plana del latido y un devenir de surcos ruginosos
tatúa en mi costado la divisa enemiga:
la victoria indudable del silencio.

Si de mi angustia, un eslabón de escarcha cediera el hierro a la órbita del sol,
fuera mi plexo río
y aquí el lecho sujeto a su caudal:
un grito humedecido de pavesas.


..........




Ciudad

Probablemente la única verdad resida donde el sueño.
Para qué averiguar
si llevo esta mentira anclándome las huellas:
Semejo una mujer mirándose las uñas a mitad de la fila de una caja de súper,
y sólo hay estas uñas ojeándose el barniz al centro de unos ojos aparentes.

Cierto es que soy la misma que desanda las veredas del día.
Una ciudad ajena cayendo a contramano de su errático tempo
hasta el hogar seguro del exilio,
acá, donde la noche permanente y la tibieza al raso.

Probablemente ignoro el color de los cuerpos que me rondan,
la cantidad exacta de uñas abandonadas a su suerte
en los mercados yermos
o el trazado de calles que me asumen íntegra de sonrisas
entre tantos países ermitaños,
como si yo por fuera me habitase,
como si yo nativa de La Tierra.

Para qué aseverar.
Huyo de mi fachada en los espejos…
vive una extraña ahí… de ojos ardientes y cabellos largos,
a mitad de un suburbio de casitas iguales
atadas a su sombra.



......................




Cuerpo

Y podría buscarme un pantano en los ojos,
decir: sobre esta destrucción fundé mi casa,
tocándome el perfil del tabique nasal
como se limpia un mueble de cocina,
maquinalmente,
omitiendo el porqué del hueco en el tejado,
si lo importante en esta decadencia
es que al contexto no le falte lumbre,
sostener,
también maquinalmente, el esqueleto.

No hablo de decepción,
digo que el tiempo cae torrencial
gastando el sueño cada medio día,
incluso cuando el vientre persiste en su ambición
de cuna o de cimiento.

Afuera, los jardines permutan ocres póstumos por grietas,
una brizna de verde rezagado se sofoca en los vórtices del viento,
y es inútil
querer desenterrar de tanto gris
senderos amarillos,
si ya no hay pies calzándose de rojo.


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Frío



Duele la libertad con que mis manos atraviesan el aire,
y atravesar ahonda la indefinible brecha
entre atreverse y sólo verse ir.
Digo este llanto fondeando en un sentido
mi agujereada barca perceptiva,
eximiendo a las palmas de dirimir el curso
de un rozamiento tibio en el vacío.

De nube a sima cuelgan,
tambaleando de dedos agobiados,
de puño inofensivo,
de futuras caricias,
de naufragios urbanos contra el viento.



...............


Escombros


Raso. Detrás de un vidrio. Cielo.
Cielos detrás de un espejo raso.
Ojos abiertos. Cielos arrasados.


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Equilibrista


Un mediodía cualquiera
descubres un boquete donde estaban los ojos del espejo
y desde esa negrura
una mueca funámbula te llora como a un niño
que siempre estuvo ahí y abandonaste.
Es lo que tiende a suceder si olvidas las lindes del guiñol:
esperas en el tiempo, a contratiempo,
y te sientes los brazos relajados.
Los levantas, entonces, y señalas
el cartón horizonte con un dedo,
para contar los rayos amarillos de un sol alegre sólo por encargo
sin percibir el parche de trazos apurados en su ojo.
Cuando quieres sortear el agujero
confundes tus rodillas con los puños,
los hilos enredados, con una imperfección en la rutina
que llamarás Destino, tras los dientes,
para que nadie pueda sospechar tu enorme fe en la magia,
o en eso que
no llamarás milagro
para ya no tener que recordar.



..............



Mundo


Los senderos sublimes sólo pasan por el abrevadero de las bestias.
Sobre sus cuatro patas, seda negra buscándome el latido.
Un jadeo, los golpes desde el hielo ventricular. Derrumbe…
Caída irremediable.
¿Cómo prever el vuelo del zarpazo?

Hiede a noche profunda la celada del miedo.
Rodeo el tragadero de rancias luces,
hundo mi voz en las entrañas de la ciénaga
y hago pie en tus espaldas
Muerte Verde,
como la vida, verde,
negación rimbombante de mi poza de sangre fermentada.

Pude ofrecer mi cuello
e inhumar su tibieza de sol menguante en esas lenguas turbias,
penetrar su furor con mis insomnios, o ensoñarlas
para desentrañar el íntimo refugio de altiva libertad en sus pezuñas,
pero cerré los puños en torno a las gargantas de mis bestias
para ahogarlas
y apagarles los astros cínicos de los ojos
en los tuyos corruptos,
guardianes de sus fauces de savia impenetrable,

como el umbral obstruido en la mirada de mis pequeñas bestias,
como el caudal de huellas de mis hambrientas bestias en las sábanas,
los rugidos rabiosos de mis bestias vibrando en las arterias.

Hago pie en tus espaldas,
Muerte Verde,
me hago fuerte en tus piélagos de viento,
arrodillo soberbia y ambición entre tus garras de cinco inmensidades
y en ellas humedezco mi virtud abolida,
mi único continente vulgarizo al ritmo de tus calles
y amanece…
dame ahora mi peto contra el fuego,
mi espada de diez filos impasibles para abrir en canal la madrugada.






...............






Augur

Porque todo lo he visto
aún antes que estos párpados
develaran el antro demencial
que encamina del vientre hasta la fosa,
y porque no hubo llanto, temblor, suspiro oculto
que no atronase previo
al plañir timorato de mi lengua,
camino a la vanguardia de cada pensamiento,
y de todas las sombras muerdo el ímpetu
que enciende los albores al centro de las tumbas.

Porque abjuré del don de diluir los estigmas en llanto
y de la sangre
dije tejido pasajero, fútil,
se volvió transparencia el laberinto
y escruto el corazón del Minotauro
a través del grosor de las murallas
cauterizado el iris del asombro
y sin hueco en el alma para las decepciones.


De la canción de cuna voló el cuervo
que tirita en mi boca
del oro de tu pelo a mi penumbra sólo perdura el rizo
por el que resbalaron la niña y su inocencia.

Ay papá! Vi la mano
que movía las dagas detrás de los espejos,
y jamás ha dejado de doler
la esperanza caída,
hollada tantas veces por el mismo horizonte.










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Besar la lona

Juro que no es igual a morder polvo.

El dolor punza menos si llevas los pies limpios,
las manos enguantadas,
y los ojos ilesos de horizonte.

Si es por decir,
sin manosear profundos pensamientos,
y a groso modo desde la mirada trivial sobre los golpes,
juro que duele menos
saber a ciencia cierta la duración de un round,
y alcanzar de reojo la esquina en que la toalla
es como un leño tibio para el náufrago.

Si es por callar,
por no reproducir los cardenales
que bordean las vías dolorosas como hitos del calvario,
juro que duelen más
las piedras estrellándose en la boca
cuando en lugar del puente se te abre un precipicio,
y no esperabas más que un blando puño
y el conteo final
que toca a libertades las campanas.



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Lápida

¿Cómo ibas a surcar la inmensidad del alma con las rodillas rotas?
Desangelado rostro, subversivo desaire en la sonrisa,
y una línea tan negra como el rechazo de tu propia estirpe
lacrándote la boca.

Tenías que saber el peso del cadáver que sostenías a salvo de la luz,
y al cabo del desplome de tu ímpetu,
la cierta lividez del equilibrio emanarte del sueño hasta el desmayo,

y así, sobreseída del tiempo que no es lapso ni cosecha,
de los nichos vacíos de tu cuerpo
arrancar tu cabeza ,
coronarla de gritos,
y arrojarla de bruces a la vida.






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Abracadaver

Abracadaver,
dijo la voz, y se hizo la penumbra.
Ahí mis ojos, el poso de los restos lapidarios,
lactante agitación aferrada a los pechos de la muerte.

Se oyó un Fiat recíproco,
y cayó el mar, separando del llanto la certeza del ciclo restringido,
el velo, un antifaz para la marioneta que sabe el porvenir
pintado en una cara de la escenografía;
por eso no digáis:
esta que va riendo abismo abajo, como una loca,
sepultado ha sus dones.

Vosotros veis apenas el costado brutal del escenario,
el atolón de sombra,
donde la luz acantilada suele parecerse en bondad a los refugios,
no a la chispa flagrante del chasquido
de estos pequeños dedos.

En la sima inflamable,
develado el designio,
dejé una flor dorada sobre cada talento,
aparté la mirada de mis guantes de mago
para oír el secreto de lo sembrado para perecer,
y estoy parada en medio de la vida agitando los vientos
con esa voz segura que no tuve
bajo la mano inerte de hartazgo:

Abracadaver, digo,
sucúmbanse mis huesos anudados al tiempo,
la tonadilla horizontal del paso sobre la propia huella,
los meandros que esconden en sus órbitasla sed de los arroyos.

Acábense la orilla de los mares,
los tajos luminosos en la noche, el temblor de los gritos emplazando al ocaso.
Apáguense por fin las candilejas.

Por eso no digáis:
Aquella ha desistido de su aliento.
Decid, mejor, que al fin he retornado.






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Concluyente


Si en un Hágase
delimitado fuera también tu caudal, labio,
y tu alcance, mirada,
tus filos combatientes, corazón contra el tiempo,
Cómo
declararé lo eterno que me habita
sobre estas cortedades de piel perecedera,
cómo diré del beso
del gesto de su mano
del pronombre infinito…

Ya la luna está llena y mi voz se adelgaza,
huele a fragilidad en las hogueras novatas del otoño.
Si en nube o fumaradas de ansiedad, yo no sé,
pero acaece el cielo
deshilachando la suavidad del aire,
y aquí, detrás del marco,
de estas cuatro paredes límite de la vida,
el puente azul conduce hasta sus palmas,
al respiro agitado de su sueño,
y no encuentro la magia en la palabra, un sonido más música que viento
en que llevar la paz de los instantes a humedecer sus labios
antes que desmorone la tersura con que el amor florece sus almenados himnos
rodeando el breve ciclo de los cuerpos.



......................





A la cera perdida

Amanecía,
y tal vez me buscaba una etiqueta en la contraportada del cansancio,
un “made in Tristeza”,
y un símbolo ilegible de “no exponer al sol porque se asfixia”.
Llevaba entre los dedos la memoria del molde,
como una cruz de tintes invisibles sobre un mapa de estrellas
a las que no es posible regresar,
recordé el miel silvestre de una mirada fija en mis pupilas
y la bandada azul de pájaros de fieltro que agoraban:
tendrá tus mismos ojos.

Goteaba el amor, acrisolado,
y me escurría una raíz de ausencia, menuda y solitaria,
tal vez alada, tal vez, pero tan negra, tan graznado su trino,
que quise desnudarme de piel y de palabras,
gritarte en el temblor de las caricias
hasta resucitar desde el nidal de invierno en que los tordos
apuran el ritual de los olvidos
y los cuervos cultivan epitafios…

Porque cuando te nombro
los ojos de mi madre desentierran los huesos de mi viejo
y los cubre con carne de mis labios,
recuerdo porqué amo los pájaros azules.




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PMDD


Lloraré sobre tumbas incorrectas,
cedida la razón a la cara contraria del vuelo de los pájaros,
no dije oculta, no,
ni nombré en mi demencia el percutir del aire rasgado por las plumas
sobre las superficies versátiles del vientre
que un día van al mar y otro a las nubes.

Porque espolean al fondo de la ira,
cada luna luctuosa gemiré hijos nonatos,
el manar interfecto de la autocompasión sobre los nidos
de tordos alumbrados a fuerza de Prozac
(augures del invierno sobre el Sur),
y soñaré creyéndome despierta
un nudo de materia empapada de histerias prodigiosas,
con los nudillos laxos del amor golpeando a las puertas de su cuna
de ses pe ra da men te.




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Sentencia

No sangrarás.

El cielo ha descendido para quemar tus manos
porque el fuego no besa,
consume en su deseo lo que añora.

No sangrarás.
No hay humedad posible en el tizón
que queda de los huesos
ni cognición de haber perecido en la lumbre.

No sangrarás.
No mancha un corazón el ara de su estrella,
se vuelve luz y escora las cenizas
a la fosa común de lo superfluo.

No sangrarás.
El animal de ti que arrastra el mundo
sabe sacrificable su esqueleto
y no ruega piedad, llama a la hoguera.

No sangrarás,
pero amarás constante e ilimitadamente,
de muerte a origen, de caída a vuelo,
tal vez sin comprender la causa de tu llanto
pero sin confundir la esencia del dolor
que a hueco abierto escala de tu entraña a tu boca
para gritar el nombre
del que es venido a calcinar tus manos.



...................



Diosa

Vuelve atrás…
las quimeras resisten volar en la tiniebla,
cuántas veces la luz te lanzará a la fosa
seccionando tus alas, confinándote
en una expectativa sin puerto al que arribar.

Observa el sueño…
Detrás de cada velo se adelgaza la hoz
que subrayó tu signo sobre el margen del libro de los muertos,
y qué fuiste, en los siglos sin aura en tus pulmones,
sino la pesadilla que te aclamó vedada para el gozo
y te colmó los ojos de sangre amotinada,
deudora de un pecado
que en cada origen de tu piel proscrita
vociferó a la zaga del vagido
que no habría un final de la censura,
ni un comienzo eficaz
de purificación para tu mancha.


Gira de tu esperanza y reconoce tu verdadero rostro,
iNaNe, excomulgada del nudo celestial:
lo extinto no suspira,
lo repudiado por los dioses hunde su voz bajo la tierra
y lo que entona es sólo un epitafio
para sus propios restos.




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De tu palabra

Quien sobre sí recuerda turbiamente las estaciones vacuas,
el ramaje ganado de azules siemprequietas
aguantando el rigor de la ventisca,
soporta entre sus manos el hueso de la fruta venidera,
la savia no vencida por el tiempo,
el vivo corazón del verde y sus metáforas,

así mi piel regresa de la urdimbre
tenebrosa del frío,
así mi duro centro
fosilizado de latir en sombras
vuelve de sangre el sol y te reencuentra.


Y yo tomo tu voz,
qué oscura prorrumpiendo del vaso del destino,
qué roja vuelve a ser en tempestad
cuando su azul vacía la tristeza
en un tronar de aullidos y pezuñas.

La tomo y me descoso las piedras de los labios
para pacer de espaldas a todos los lamentos
amparada del frío en su compás
la tomo del abismo, la esparzo en los escorzos de la furia,
y es entonces mi voz tan sólo el eco
del cierzo desterrado de su caos.


Ah! Ven de tu palabra,
de la búsqueda insomne de la cifra
de tus runas magnéticas
de quemar en mis ojos las naves de la gloria
prospera de la cauda de tus labios para morder tu estirpe
en la esfera de sal de mi sordera
y dímelo en la pira de áureas brozas
que sostienen el barro del que me diste carne:
dime el nombre del astro que nos lloró al nacer
tan de piel y ceguera,
lejanos de su idioma.











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Némesis

Delante de este sol, sobre la cumbredel atributo sacro
que sin nombrar señala la majestad del vínculo,
toco a volar campanas de mi Credo,
y a pesar de los gritosl
a verdad se desata en el silencio de una tromba de sangre.

A dos voces,
el rayo resta sombra a lo profundo
y expone la silueta de un doblez no saciado de dolor
su semblante secreto a un paso de mi espalda
y el negrísimo aliento de su boca
hundiéndome puñales en la nuca.

Suelta tu cola y mata, guardiana de lo cierto,
a quien traspasa el velo del sagrario
endosando al azar color y pesodel nimio corazón sacrificable,
inocula mi amor en las pupilas de los astros de cera
y diluidos
colmadas en su escoria las ciénagas del miedo
devuélvele al tañer de mis entrañas
golpeteo diáfano que muele a los cadáveres
que en sus tumbas resisten
pretendiendo ostentar la luz de mi corona.




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Eternal



Te amo ayer como te amé mañana,
conjugando del barro la anárquica silueta del fulgor de tu abismo
con un cavar rebelde de muñones
con el exacto roce de su eco en mis labios de hoy sobre tu voz
y la caricia ciega del que sabe
la comarca infinita que la sangre sustenta
antes de ser el rojo empantanado
a un paso de la boca del dios que retoñado del erial
reconoce en su sed
jaez, corona y báculo del tiempo.









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La última tentación



Separada la vida de La Vida, sólo queda el silencio
como una muesca junto a los barrotes, y es afuera, la luz, una leyenda,
y por dentro es la brasa del cigarro persiguiendo su cola
hasta morderla en ochos de infinito
a plena oscuridad, mecida por los dedos del insomnio
y el insomnio en sus dedos
reconoce a la bestia seductora agazapada tras una esperanza
cuando aprieta los lazos de tu voz
reverberando un siempre amanecido mañana tras mañana entre tus brazos
y no tiemblo
cuando troco mi Alma por diez días de eterna transparencia.

En yuxtaposición con los comienzos, la irradiación del círculo
emboza tras el llanto acompasado
la aún mucho más clara lentitud de la muerte,
y es la blanda insistencia del deseo
esa gota
que persigue los muslos de la piedra
y conoce su centro,lo muerde y lo devora,
atravesándolo.

Separada la carne de la Esencia, sólo queda el gemido
trenzándole coronas de piedad a sus muertos.


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Poesía



Cómo resiste, disuelta en el poliedro de cristal,
toda rumor monstruoso,
toda crimen egregio tallado a filo y filo de palabra,
a cumbre tempestad, a bacanal de sangre.
Ay Roja y nunca río!
Mi endiablada
y doblemente mía por deserción de sí.

Cómo, tocón enérgico, restaña la mejilla inexistente,
la lágrima grabada a débil manotazo contra el viento.

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