Pero ahí,
en aquél laberinto en que todos los hombres acechaban la noche,
yo no veía estrellas.
Más allá de las horas
( el más allá de fruta, tierna carne)
cultivaba el jardín de los desvelos
y a la luz de palabras contrahechas que no supe decir,
el animal dormía.
Eres pasión, Viví.
( todavía me arranca de los sueños la garra sibilante).
El contaba las gotas de mi sangre. Palideció el volumen del
aullido;
pero ahí,
Fiera tensó los músculos…
Yo no veía estrellas. Temía el peso exacto del tiempo por venir:
el pecho del sollozo abierto en dos,
mi corazón callado
para siempre.
mi palabra alzada.
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"Portamos un afán al que ponerle voz"
ResponderEliminar(Tú)
Gracias por la hondura.