San
Luis, día cualquiera de esta primavera.-
Amor mío:
Desperté
con tu sombra. O es tal vez
que han florecido tarde las acacias y me llora la sangre
agradeciendo la fragante excusa.
Las manos de tu sombra estaban frías.
Pensé en llevarlas a mi pecho pero
otra caricia me cubrió los ojos y susurró – Es la hora.
No sabría decirte donde estamos. Todas tienen mi rostro.
Somos tantas y es cómica su expresión si al rozarnos
me van reconociendo sus miradas.
No sabría decirte qué buscamos.
Todas corremos, mientras, me siento a verme transitar
en círculos y concentrada o ciega voy
quitándome
las capas inarmónicas
Alguna de nosotras no está de acuerdo y es
(tan extraño)
verla correr de espaldas, como un recuerdo en sepia
pero no me convence su escasez de juicio
¿Qué súplica de invierno la retiene?
Me han tocado en el hombro… apresurándome:
-Ay! Voz pequeña! Vamos
acelerando el paso
multiplicándonos y cuántas ignoradas nos quedan por nacer.
Todas corremos, mientras, espero que oscurezca
y me trascienda con su voz tu sombra:
-Para. Respira. Deja que te abrace.
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