Ni la fe ni el milagro
se amparan en los sueños no nacidos…
Tú bailas
sobre la melodía sin nombre de mi aliento
y me oigo reír tan suave y desde lejos como si (la que soy)
rompiese en un diluvio sideral.
No detengas la fuga de ilusión
que hace miedo en la
noche y el viento de tus alas
acalora los huesos del invierno.
No se puede morir de soledad
dos veces
en la misma incertidumbre.
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