martes, 13 de marzo de 2012

Cristal (rescates)



Que para echar a vuelo las campanas hay que saber la forma del metal
-dicen las voces- 
el espacio que ocupan los cantos en el aire
y que del aire hay que saber su peso,
separar los celajes por color para después medirlos de cabo a rabo, y,
pocos segundos antes,
desenredar el cielo de las aguas donde anida el crepúsculo,
porque es sabido –dicen las voces- que si repican húmedas de sal,
tocan a duelo,
 y apodan huracanes con nombres de mujer.


Pienso mi nombre como una caracola
deshabitada,
Mi canto persiguiendo los vestigios corales de campanas de barro
sumergidas.
Pienso mi cuerpo un aria amedrentada por la ferocidad de los sentidos:
una voz amputada.


Cardúmenes de flores amarillas atavían sus frentes con airones luctuosos.
Llevarán la cuadriga – dicen las voces- de las inmediaciones de mi voz al collado
en que un bosque de cruces florece a media noche melodías de viento.
Que un Te Deum de sus trinos separará mi lengua de la tosca
y emergeré descalza, amplia falda de música
brillante de agua clara,
campana inmaterial que de su propias huellas recogerá las voces,
las llevará en los brazos,
desenredadas.


Piensas tu nombre como una caracola
desposeída
- dicen las voces-

Suéltanos.

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