Con mimo, como si este segundo no tronase nudillos de impaciencia, desconozco la senda que queda por morder. Ya no deseo tiempo ni quiero luces sobres las arrugas que atestiguan el diario tropiezo de mi sangre. Con el temblor de quien se sabe fuera de toda perspectiva he cerrado los ojos para dejar de oír el murmullo del viento en los andenes... Ya no deseo. Y quizá sea todo lo que intento explicar a mi inquieta cordura.
niego todo lo que no sea
ResponderEliminarimaginarte.
ay tú!
ResponderEliminarque me conoces más que yo misma ;)