Como en aquellos sueños con anillos de plata
en mis manos aún tersas,
tan cercana y tan lejos la libertad que busco.
Sé que no es imposible
detenerme en el borde, ser menos yo,
un poco más de sol en las veredas o carmín en los labios.
Tan cerca del final estoy a veces,
con los pies ateridos
que sólo bastaría un “es la hora”,
un ademán sutil de mi cabeza sugiriendo a las bestias
abandonar la danza.
Somos – me digo- esta errática forma de dolor
este silbido tenue de visiones
(que todo amor acaba por caer
en su boca intangible
y se devora).
Ya no es justo- me digo- sostenernos
en un color sin fondo. Dejémonos caer.
De a ratos es tan cerca calzarme en las mañanas,
lavar mi rostro hasta desenterrar
trazos de vida.
).(
No hay comentarios:
Publicar un comentario